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Ministerios Integrales

martes, 6 de enero de 2009

Nuestra sociedad necesita de Dios


Nuestra sociedad tiene necesidad de Dios. En la actualidad existen serios síntomas de un deterioro en el tejido moral de nuestras sociedades postmodernas. La gente vive de forma muy Light, es decir, envuelta en una superficialidad que asusta. Se vive por vivir, en algunos casos, deberíamos hablar mejor de existencia. Por un lado la gente que vive por debajo de la línea de la pobreza, es obligada por las circunstancias que le rodean a pasar la existencia en la interminable lucha por sobrevivir en medio de la obtención del pan diario, pero, por si eso fuera poco, también es sometido al drama humano que representan las condiciones de inseguridad ciudadana en nuestros países. La aldea global en la que se ha convertido nuestro mundo, se complica cada vez más; en parte por esta precariedad, pero por otra parte por la crisis a la que nos han llevado los modelos de humanidad que, hasta hoy, eran propuestos por el entorno como novedosos y exitosos, pero que lo único que han logrado es que la humanidad se pierda en la búsqueda crítica de su identidad y su sentido.
Nuestra sociedad necesita reconocer que necesita de Dios. Porque es increíble que, a pesar de todo lo evidente que es el caos de valores y la crisis moral, se insiste en la política, la moda y otros aspectos como los que van a dar respuesta a la incertidumbre en que está inmerso el hombre y la mujer de hoy. El hombre y la mujer necesitan ir a las Escrituras para encontrar sentido a sus vidas a partir de consultar directamente al autor de la vida. “Yo he venido, dijo Jesús, para que tengan vida y vida en abundancia” Juan 10:10. Debemos reflexionar alrededor de esas palabras. Especialmente debemos ser desafiados por esta afirmación de Jesús para meditar en la vida en abundancia. El que recibe un salario y no se siente satisfecho, el que visita una iglesia y no encuentra paz, el que ejerce el liderazgo y no encuentra sentido a sus acciones, debe preguntarse ¿A que se refería Jesús?. La sociedad entera que ha venido en una incansable tarea por profundizar, al menos, en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio debe preguntarse ¿A que se refería Jesús con estas palabras?
La vida en abundancia se encuentra en la Palabra de Dios. No podemos encontrar sentido a nuestras propias existencias, ni al funcionamiento de una sociedad apartados de Dios. Ni la economía, ni la política, mucho menos la moral y la ética deben excluirse del ámbito del Reino de Dios. Al contrario deben ser traídas a los pies del creador. En la medida en que todas estas cosas sean vistas separadas de la cosmovisión cristiana, seguiremos sumergido en un caos.
La iglesia debe responder a la necesidad de nuestra sociedad por encontrarse con Dios. Debe prepararse para ello. Primero, superando la indiferencia, la distracción, la comodidad, el hedonismo de satisfacer nuestras necesidades personales e individuales, que son, por supuesto, válidas y legítimas; para junto al hecho de recibir la respuesta de Dios a nuestra personal transformación; contribuir a la transformación de nuestro entorno inmediato, puede ser la familia, el barrio, la comunidad para, de ahí, avanzar, paso a paso, a la transformación de nuestra sociedad. No es fácil interpretar a Jesús, por ello, debemos hacerlo a la luz de su espíritu, y sustentados en su palabra.
Este puede ser visto como un tiempo de crisis, pero también como un tiempo de oportunidad. Oportunidad para la transformación a fondo de nuestras sociedades. Para volvernos a Dios, reconociendo el fracaso de los modelos humanos; pero es la iglesia la que debe permanecer atenta, preparada para anunciar la esperanza del Reino, en medio del caos de una sociedad como la nuestra.
La pregunta es, ¿dónde estoy? Como cristiano o cristiano. ¿soy indiferente?¿Me refugio en la iglesia, o aún más en la doctrina, en la liturgia, en mi forma particular de entender la fe, bajo la excusa de que esa es la mejor manera de agradar a Dios? O Reconozco con humildad mi necesidad de crecer en fé, en conocimiento de la palabra de Dios, en Testimonio de compromiso por la transformación de la vida propia y la de nuestros semejantes con todas las implicaciones que esta afirmación representa. Dios necesita a la iglesia, solamente porque El ha decidido usarla. Somos enviados a transformar. Dejemos a un lado el liderazgo transaccional que busca a Dios única y exclusivamente en la satisfacción de sus necesidades y comprometamonos con un Dios que tiene el proyecto de transformar nuestras vidas, nuestras familias, nuestras sociedades, un Dios que nos ofrece cielos nuevos y tierra nueva, recordando que aún eso es posible si puedes creer.

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