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lunes, 12 de enero de 2009

HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS


Génesis 37:12-28

Una de las historias más conmovedoras de la Biblia es la historia de José en el libro de Génesis. Está cargada de toda la emotividad que puede contener una historia de martirio. Podríamos decir que no cualquier forma de martirio, sino aquella que proviene del seno de la misma familia. La historia de José es la historia de un joven que había crecido bajo el amparo de su padre, disfrutando los placeres de saberse profundamente amado por su progenitor.

Un hijo amado, nos dice la Biblia. Tan amado por su padre, que eso mismo provocó la ira de sus hermanos. Esas muestras tan evidentes de un cariño por sobre lo normal lo llevaron a una sensación de seguridad, la cual daba a conocer de la forma más espontánea, sin reparo alguno para con sus hermanos, sin prever si quiera el escenario que vendría sobre sí.

Fueron sus hermanos quienes, movidos por sentimientos instalados de envidia por el amor del padre, confabularon para planear la muerte del joven José. Un leve gesto de misericordia los llevó a optar por venderlo, evitando de esa manera manchar sus manos con la sangre de su hermano.

Fueron años difíciles recodando aquella escena dolorosa. Fueron muchos años añorando aquel regazo del padre que le amaba entrañablemente. Fueron años en que pudo haberse preguntado: Dios, ¿Por qué permitiste que ocurriera aquella situación. ¿Por qué permitiste que en el corazón de mis hermanos se instalara semejante sentimiento de odio?

¿Cómo fueron capaces de llegar a concretar ese malestar al punto de buscar la muerte y en su defecto decidieran deshacerse de él exponiéndole a imprevisibles riesgos en la soledad de la lejanía en tierra ajena, sin el beneficio de la familia que hasta ese momento le había dado la seguridad necesaria?

Ese es el marco para una reflexión sobre la intervención de Dios en nuestras vidas en momentos de angustia. La travesía de José se fue desarrollando casi como en estaciones, en cada una de las paradas parecía inevitable el aparecimiento de Dios como el superhéroe que cambiara el martirio de aquel joven ejemplar, de quien podíamos decir que no merecía sufrir esa condición a la que había sido expuesto. Si embargo Dios no aparecía, y si aparecía no lo hacía con la contundencia que meritaba la situación, sino que seguía, en apariencia, haciéndose esperar como si el sufrimiento de José fuere insuficiente para mover la providencia del creador.

Pero eso es, precisamente, lo que conviene revisar con detenimiento.

Dios no fue quien entregó a José, fueron sus hermanos, Dios no tentó a José, lo tentó la esposa del Botifar, Dios no envió a José a la cárcel fue el Botifar.

Es decir, Dios no es quien provoca el mal en la vida de las personas, sino que son decisiones que provienen de corazones que se llenan de sentimientos alejados de la voluntad de El. Dios, en cambio, permite el martirio. El de José y el de muchos otros grandes hombres y mujeres de la Biblia, Esteban, y otra serie de grandes siervos y siervas suyos y suyas.

Pero ¿Por qué? En realidad no es una pregunta sencilla, y nunca lo ha sido. ¿Por que mueren grandes siervos y siervas suyos y suyas en condiciones lamentables?. Creo que el propósito de esta reflexión dista mucho de tratar de responder a esa pregunta, lás bien, apenas quisiera situar algunas líneas de argumentación como las siguientes:

Dios ha dado libre albedrío al hombre y a la mujer en relación, específicamente, con la administración de nuestra vida. Lo primero que gerenciamos es nuestra propia vida.
Pero, además, Dios nos ha dado la posibilidad de gerenciar algunos otros aspectos como la familia, y por qué no mencionar, la creación; en ocasiones, ese gerenciamiento mal implementado provoca desastres de diferente índole. Es importante mencionar que no siempre los que sufren las consecuencias de esa mala administración, son exactamente quienes la provocaron.
Es el caso de José. Su corazón no era malo, el de sus hermanos sí, sin embargo la víctima de las actuaciones de sus hermanos fue precisamente quien no era el indicado.

¿Quién es el que se equivoca? ¿Acaso Dios? Permitame sugerir que no.

Esa es la enorme correlación que tiene la existencia humana. Nuestros actos afectan a todo lo creado aunque no lo notemos. La sobreprotección por parte de Jacob redundó en la envidia de los hermanos de José hacia El.

José fue la víctima. Los homicidas de Esteban, lo apedrearon por ser el portador del mensaje exhortador que Dios tenía para los judíos, en fin; es probable que algunas veces, sea difícil entender esto, y por tanto explicarlo, pero, en resumen, Dios aún interviene en medio de la angustia creada para acompañar el dolor y el sufrimiento de las víctimas. Dios siempre estará del lado de las víctimas.

Algunas veces, su acompañamiento va a consistir en dar la fortaleza a los y las que sufren para atravesar el dolor y la angustia aunque no redunde en la omisión del dolor que se sufre. Entenderemos esta condición como el martirio. Fue el caso de José en la cárcel, el de Daniel en el foso de los leones, de Esteban en su apedreamiento y de tantos y tantas otros y otras mártires. Lo cierto que esa fidelidad mostrada por aquellos que de corazón deciden entregarse a Dios hasta las últimas consecuencias, nunca será tomada en vano por el creador, más bien se invierte en símbolo irresistible y contundente de entrega, convicción y ánimo que desafía al resto de seguidores de Dios para hacer lo mismo.

Además en Hebreos 6: 10 se nos declara que Dios no es injusto para olvidarse de las obras y del amor,que para su gloria, ustedes han mostrado..” que, aunque se expresa en otro marco, nos ilustra de la actitud de Dios hacia la compensación a quienes les sirven con todo el compromiso requerido. Prueba de ello, fue la retribución para José. En el caso de Esteban la historia es un tanto diferente, sin embargo, el legado de martirio dejado por Esteban y recogido por el escritor bíblico nos sigue mostrando un estándar, nada sencillo, para alcanzar y que fue un catalizador de la acción evangelizadora de la iglesia apostólica.

El desafío es claro, Dios busca gente que le adore en Espíritu y en verdad, esto es una clara referencia al ánimo con que se debe ofrecer una entrega a Dios; con el compromiso firme que nos permita nunca desfallecer aun en las más difíciles condiciones.

Loor a Dios por quienes nos dan ejemplo de esa entrega y sigamos con entusiasmo su ejemplo de compromiso con Dios, su Reino y para con su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

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